Te dejo entrar, porque me das la calma que mi genética me negó y por hacer de cada minuto una espera, deliciosa, hasta que la culminas con cualquier espontaneidad.
Sí, te dejo entrar. Siempre y a cualquier hora. Me elevas, anulas la Ley de la Gravedad.
Despiertas mi curiosidad y sacas del letargo a mis sentidos pasmados por la realidad.
Te miro y veo.
Las formas que dibujas con tu perfil dinámico, en constante evolución.
Te huelo y respiro.
Hueles a libertad, a historias, a vida, a sueños por cumplir.
Te toco y siento.
Se te eriza el bello y me haces cosquillas en las entrañas.
Te oigo y escucho.
Son tus pasos que se acercan y me envuelven en seguridad.
Te beso y vuelo.
O eso haré cuando suceda.
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