Si buscamos estas dos palabras
en la red nos aparecerán cientos de blogs, foros y páginas en las que unas
princesas (así se hacen llamar) nos facilitan consejos y apoyo moral para
convertirnos en una de ellas.
La mayoría de estas páginas
están escritas por adolescentes, en forma de diario. En ellas relatan sus
aventuras bélicas frente a la comida, el agua y prácticamente el aire. Estas
jóvenes viven obsesionadas por las etiquetas nutricionales, el recuento de
calorías y el balance negativo de las mismas al final del día; ya sea mediante
una sesión devastadora de ejercicios o bien auto induciéndose el vómito,
consumiendo un excesivo volumen de laxantes, etc.
Ana es efímera, casi un fantasma que se alimenta de oxígeno e intenta
evitar que cualquier alimento se introduzca en su boca. Cada día que pasa, Ana,
se mira en el espejo obviando sus ojeras, el poco pelo que aún se aferra a su
cuero cabelludo, el nuevo bello que le ha salido en la zona de los brazos, su
piel descolgada pegándose a los huesos; Ana sólo ve que aún puede seguir
luchando, que será capaz de meterse en una talla menos, e incluso dos.
Ana es, además, una excelente matemática ya que pasa las veinticuatro
horas del día calculando qué puede permitirse comer y en qué cantidad para
seguir bajando de peso.
Mía, sin embargo, es más discreta. A veces incluso pasa desapercibida
porque puede presentar un IMC normal o incluso un poco elevado. Ella es
impulsiva y cuando se siente hambrienta devora todo lo que encuentre a su paso;
a veces llega a ser insaciable y no para de engullir hasta que no se siente a
punto de reventar. En este justo momento
es cuando Mía se siente culpable, desesperada, horrible, obesa, asquerosa y se
encierra en el lavabo para poder expulsar la mayor cantidad de alimentos
posible y le da igual el dolor, la sangre que escupe y que mancha sus dedos,
las lágrimas que caen de sus ojos, las marcas de los dientes en sus manos; pues
tan sólo son daños colaterales.
Supongo que Mía no se ha dado cuenta del horrible aliento que tiene
después, ni del daño que le está causando a sus dientes y a su esófago. Ni
siquiera es consciente de que podría haberse ahogado y haber muerto.
Como comentaba al principio,
estas autoproclamadas princesas son cada vez más jóvenes. Estas enfermedades
psicológicas (anorexia y bulimia nerviosas) solían ser un problema
mayoritariamente de los adolescentes o incluso, de los jóvenes adultos. Cada
vez son más los casos que se dan en niños y niñas menores de 12 años que,
influenciados por los cánones de belleza y bajo los efectos de sus cuerpos en
constante cambio, sucumben en las garras de Ana y Mía.
El problema reside en la
cantidad de páginas web que animan a dejar de comer o a vomitar. ¿Por qué
permitimos que esas páginas existan? En mi opinión no le hacen ningún bien a
nadie, más bien todo lo contrario. Estas enfermedades psicológicas son muy
profundas y complejas y lleva muchísimo tiempo conseguir que el enfermo
recupere su salud, sobre todo la mental, porque podemos obligar a una anoréxica
a comer pero no podemos obligarla a dejar de pensar en que queremos engordarla
y convertirla en un ser asqueroso (en nuestro idioma: una chica sana).
Quizás en ciertas esferas de la
sociedad estas enfermedades estén muy bien vistas y sean incluso alabadas,
sobre todo si añadimos el consumo de cocaína y otros estimulantes, (para que no
parezcan cadáveres sin energía) pero realmente no somos conscientes del daño
que les estamos haciendo a las nuevas generaciones. Estos niños tan pequeños ya
viven obsesionados por las calorías y las tallas cuando deberían estar
preocupándose por ir a cambiar cromos o jugar al fútbol en el parque…
No quiero imaginarme que mis
futuros hijos serán así, que me odiarán por querer alimentarles
equilibradamente, que se sentirán culpables y se odiarán así mismos por comerse
un helado o una galleta integral; no, yo no quiero este futuro para mis hijos
ni para los de nadie, ni tener que llevarles al psicólogo, o peor aún,
encerrarles en un centro donde les obliguen a comer y ver cómo se van
autodestruyendo poco a poco; así que pido, por favor que se cierren estos
blogs, foros y demás páginas de internet y que realmente veamos a Ana y Mía
como lo que son: dos monstruos que se apoderan de las vidas de quien les abre
la puerta y a los que es casi imposible echar.