en que se siente con fuerzas y lo ve todo claro.
Estudia y mide sus palabras al milímetro;
recoge su vida y
se sienta con él.
Una voz habla de Nietchze,
una voz
de fondo. Le mira,
se lo dirá por fin.
Cambia de postura, por aquello
de la proxemia. "Los de la proxemia acelerada" los llamaron
una vez, sólo una.
No se atreve y él la mira.
Ella sonríe. Enmudece y él...
él vuelve a su eterno dibujo.
Palabras.
Él las pinta y colorea. Ella las ordena
con un estilo personal, casi caótico.
Vuelve a defraudarse,
otra vez ese silencio
estúpido, alguien debería echarlo
para siempre.
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