domingo, 3 de febrero de 2013

Bienvenida a mi reino. Parte II

Olía a churros y orina, a fiesta. A manzanas de caramelo y algodón de azúcar. A kalimotxo derramado, a hierba, a excesos. La gente se hacía hueco como podía entre la multitud. Atravesaban grupos y se colaban entre las conversaciones ajenas, era el caos definitivo. No se podía encontrar a nadie en aquella masa juvenil, o eso pensaban hasta que vieron a los demás, sentados entre basura y botellas; en una colina cuyo césped manifestaba una galopante alopecia. Después de saludar Celia se marchó a buscar a unas viejas amigas y ella se quedó allí, abrió su cerveza y se introdujo en la partida de mus como mera observadora. No tenía ganas de jugar, sólo quería reiniciar su mente y dejarse llevar, sentir cómo el alcohol empezaba a dominarla apoderándose de sus, cada vez más sonoras, carcajadas.
-¡NO CRRREO! Gritó. Se levantó y bajó corriendo colina abajo para saludar a Felipe, que charlaba con otro chico. -¡FEAAA! Giró la cabeza, era Dorian. Los dos se acercaron a ella. ¿Ibas a saludarla? Tú primero. -No, no, por favor. Tú primero. 
Hay que ver lo caballerosos que eran a veces. Tan caballerosos que al final ninguno la saludó y sin más desaparecieron. -Estas cosas sólo me pasan a mí... decía en su cabeza mientras volvía a entregarse a su cerveza. Más tarde supo que Dorian se fue con Laura y Felipe con Noe.
Sólo eran las once y media pero no encontró ninguna razón para quedarse. De vuelta a casa pensaba que aquella había sido una de las tardes más incongruente e insípida de su vida. Vaya descanso del estudio. Pensó. Si lo sé, me quedo en mi sofá.

[...]

-Cartera, llaves, Abono, dinero, mechero, tabaco, botella, chicles, móvil... sí, está todo. SE LEVANTA DE MAL HUMOR, SIEMPRE POR LA MAÑANA. TRES DE AZÚCAR EN EL CAFÉ...-¿Sí? Sí, iba a salir ya pero acabo de vaciar el bolso entero para cogerlo... Venga, bajo en ya.

-Bueno, bueno... ¿pero y tú? ¿Dónde vas con esos ligueros, sucia? -A tomar de todo menos decisiones, ¿quién viene al final? -Nadie, los de siempre.
  
Hacía calor para ser Mayo y salieron como si nunca lo hubieran hecho en la vida, desatadas, fin de exámenes. Dispuestas a todo con tal de divertirse. 
En aquel banco se estaba bien, la compañía era inmejorable y el alcohol y los porros se paseaban sin prisas por las manos de todos los allí presentes. Se respiraba calma en aquella plaza abierta, iluminada por una farola, tres carteles publicitarios y el neón de un veinticuatro horas.
Escuchaba atentamente la definición de Noe. -Es un tío genial, me encanta, pero no quiero tener algo serio, no sé, me lo paso bien    y ya está. ¿Hablaste con él? ¿Viene al final? -Sí, tranquila. Le convencí. -Eres la mejor. 
Se presentó con su halo de singularidad y sus ojos se clavaron en aquella prenda inusual. -¡JODER! ¿Llevas ligueros? Grande. Ahora vengo. -La has cagado. Le dijo una voz masculina en el oído izquierdo. No te lo vas a quitar de encima en toda la noche. -¿Por qué? -Le privan los ligueros. 
La cola de entrada era infinita pero consiguieron entrar gratis y fue un alivio porque llevaba la cartera vacía. Muse resonaba por toda la sala y la gente, saltaba y gritaba. Aquellos que estaban algo bebidos gritaban más, era fácil diferenciarlos pero sin duda la que más gritaba era ella. Felipe iba y venía: dos minutos con Noe, quince con ella y los demás.
Break your happy home. Learn to sing along to the music, to the music...
No es recomendable escuchar ciertas canciones cuando te has bebido siete copas de ron y un chupito de tequila. Estaban solos, Felipe y ella. No sabía nada del resto, no le importaba, estaba justo donde quería y no debía estar en ese momento. Empujó a Felipe contra una pared. I'm falling in love with your favourite song... Él, entre sorprendido y encantado, se abandonó. Ella mandaba. I'm gonna sing it all night long... Empezó a desabrochar botones. -Me gusta tu camisa... (Le dijo al oído) ... pero me gusta más lo que hay debajo. I'm gonna dance with somebody. Otro botón desahuciado. Dance with somebody. Otro. Dance. Otro. Dance. Otro. DANCEEEE! La sala se iluminó un segundo. Fue suficiente para retomar el control sobre sí misma y alejarse justo antes de provocar una cilogénesis explosiva. Él se abrochó, lo entendió e hizo lo que tenía que hacer: se fue con Noe. Aquí no había pasado nada, no había testigos, nadie tendría por qué saberlo nunca.
Encontró a los demás perdidos entre los acordes, todo estaba bien. En dos días viajaría a otra ciudad.

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